Infancia
Francisco del Castillo nació en Lima el 9 de febrero de 1615, siendo el último hijo de Juan Rico y Juana Morales del Castillo. Sus padres tuvieron seis hijos, cinco varones y una mujer. En ese tiempo era optativo elegir el apellido y optaron por el apellido materno. Francisco quedó muy pronto huérfano de padre, pues murió cuando apenas tenía un año de edad y fue criado por su abuela materna hasta su ingreso a la Compañía de Jesús. Fue bautizado el 23 de febrero de ese mismo año en la Parroquia del Sagrario de la Catedral de Lima. A partir de 1627 asiste como alumno al Colegio Real de San Martín, Escuela de Gramática de los jesuitas, donde realiza sus estudios de menores, medianos y mayores según los años y grados de estudio.
Compañía de Jesús
Ingresó al Noviciado el 31 de diciembre de 1632, a los 17 años de edad. El 2 de enero de 1635 pronuncia los Votos del Bienio. Luego, entre 1635 a 1640, continúa su proceso de formación, haciendo estudios de Humanidades, Retórica y Artes (Filosofía) en el Colegio de San Pablo. En ese tiempo alterna los estudios con la enseñanza a los alumnos en los Colegios de San Martín y del puerto del Callao. Continúa sus estudios de Teología (1641-1642) en el Colegio de San Pablo y enseña a los alumnos menores en los Colegios de San Martín y en el del Callao.
El 15 marzo de 1642 se ordena de Subdiácono en la Catedral de Lima en la Capilla de Nuestra Señora de la Antigua, y el 5 abril se ordena de Diácono en la misma Catedral y en la misma Capilla. El 19 abril, sábado santo, se ordena de Sacerdote en el Monasterio de la Inmaculada y Purísima Concepción por la imposición de manos del Arzobispo de Lima Pedro de Villagómez. El día 27 abril celebra su primera Misa en el Colegio Real de San Martín, en la Capilla de Nuestra Señora de Loreto, donde fue recibido en la Compañía.
Vocación Misionera
Experimentó gran vocación misionera. Deseaba ir a donde hubiese mayor necesidad con plena disponibilidad y espíritu de obediencia, comunicándole a un hermano suyo de comunidad “los deseos grandes que yo tenía de ir a tierra de infieles y derramar la sangre por Cristo Redentor y Salvador nuestro… me dió licencia el Padre Provincial Bartolomé de Recalde, para ir a Santa Cruz de la Sierra, a la misión de los Chiriguanos”.
En ese tiempo, con la dirección del ilustre misionero P. Antonio Ruiz de Montoya SJ, comenzó a aprender el idioma de los Chiriguanos. Ignoraba aún que el campo de sus proezas sería la misma Lima, sus arrabales, obrajes y haciendas cercanas. “Yo quiero que me sirvas en el ministerio de los morenos”, le había dicho interiormente el Señor.
Pero esta misión fue cambiada para que acompañe y sirva de Capellán de la Expedición naval a Chile, para la cual se embarca el 31 de diciembre de 1644. Luego de tres meses regresa nuevamente al Perú y se vuelve a ofrecer para ir a misiones, pero es enviado a hacer su última etapa de formación jesuita, la llamada “Tercera Probación”, antes de incorporarse definitivamente a la Compañía de Jesús mediante la profesión de sus Últimos Votos, el 6 de febrero de 1650, en Lima.
Ministerio sacerdotal en Lima
En 1646 inicia su ministerio sacerdotal con los esclavos africanos, con la gente morena como los llamaba, que constituían dos tercios de la población limeña de aquel entonces. Fue fundador del Hospital San Bartolomé para los esclavos de color y del Hospital San Lázaro para enfermos de lepra.
Dos años después, a partir del 10 de marzo de 1648 inicia lo que va a ser en adelante su ministerio principal, en el barrio de San Lázaro, en la periferia de Lima, donde se encontraba el mercado del Baratillo, al que acudían los negros e indios, los más pobres de la ciudad. Allí había una plaza donde empieza su catequesis dominical anunciándoles el evangelio y enseñándoles la doctrina cristiana, adaptándola con creatividad e ingenio a la población que acudía a su llamado, encarnándose en su realidad pobre, sencilla y humilde. Con la ayuda de un hermano jesuita procuró que la doctrina “se predicase en su misma lengua a los indios, por ser muchos los que allí acuden, así serranos como ladinos, con ocasión de la feria”.
El 2 de marzo de 1653 el Arzobispo de Lima Pedro de Villagómez bendijo una gran cruz en la Iglesia de San Lázaro que luego es llevada en procesión a la plaza del Baratillo y la instalaron en una peana junto a la cual el P. Francisco del Castillo predicaba. Esta cruz es la que se conoce como la Cruz del Baratillo, y que años más tarde fue colocada al lado de los restos del Venerable Padre en la Iglesia de San Pedro, en Lima. La vida y apostolado del P. Francisco del Castillo fue extendiéndose a más personas y asumió nuevos ministerios pastorales. A partir del 10 de enero de 1659 se encarga de la atención de la Capilla de Desamparados. Al año siguiente, en 1660, funda la Escuela del Santísimo Crucifijo de la Agonía conocida también como la Escuela de Cristo. El 11 de enero de 1666 inaugura la Escuela de niños pobres adjunta a la Capilla de Nuestra Señora de los Desamparados. Un hecho que merece ser subrayado en el ministerio pastoral del P. Francisco del Castillo fue el sermón de protesta que pronunció en la Plaza del Baratillo por la profanación de los cadáveres de ocho indios ejecutados en la plaza de armas, en 1666, por planear un levantamiento. Las autoridades no habían atendido sus ruegos para que los indios reciban una sepultura eclesiástica.
Sermón de las Siete Palabras
El 29 de junio de 1669 coloca la primera piedra de la nueva Capilla de Nuestra Señora de los Desamparados. Fue allí donde, ante la imagen del Cristo de la Agonía, inició con ocasión de la celebración litúrgica del Viernes Santo, el Sermón de las Tres horas o de las Siete palabras de Cristo en la cruz, con los alumnos de la Escuela de Cristo por él fundada, desde el mediodía hasta las tres de la tarde. Esta tradición continúa hoy y que luego más adelante se hizo extensiva a otras partes del mundo.
Enfermedad
Su salud se fue deteriorando y el 8 de abril de 1673 cae enfermo víctima de una epidemia de tabardillo (tifus) que afectó a la ciudad. Por deseo suyo se traslada de la Comunidad de la Iglesia de Nuestra Señora de los Desamparados, adjunta a la Iglesia del mismo nombre, a la Enfermería del Colegio de San Pablo. El lunes 10 de abril, la fiebre subió más todavía. Esa noche hizo su última confesión y recibió el viático.
El martes 11 el Padre Castillo había entrado en agonía. Le administraron el Sacramento de la Extremaunción, mientras la comunidad asistía de rodillas y el P. Messía sostenía un crucifijo ante la mirada del enfermo. Su rostro mostraba gran paz y serenidad.
Muerte
Entregó su alma a Dios a las cuatro y treinta de la tarde del 11 de abril de 1673. Tenía 58 años, 47 de Compañía, 31 de sacerdote y 23 de Últimos Votos. El Diario de Lima registra escuetamente la noticia de la muerte y del sepelio: «Murió el padre Castillo de la Compañía de Jesús a los cuatro meses y cinco días que había muerto el señor Virrey Conde de Lemos y su compadre dos veces, y fue enterrado miércoles siguiente en la casa grande de la Compañía de Jesús».
El día siguiente, miércoles 12 de abril, se abrió muy temprano la Capilla, pues la gente deseaba orar ante los restos. Siguiendo una antigua costumbre, los Superiores de las distintas comunidades religiosas celebraron misas de cuerpo presente. A las diez de la mañana dieron comienzo los funerales. El cuerpo fue trasladado a la Iglesia de San Pablo, distante sólo unos cuantos pasos de la Capilla de la Virgen de la O. El templo se hallaba repleto de personas de toda condición social, que mostraban su pesar por la pérdida del padre, del apóstol, del amigo. Un testigo cuenta que asistió «innumerable y nunca visto concurso de pueblo, así de personas nobles y graves como plebeyas».
Finalizados los responsos el ataúd fue llevado a la cripta sepulcral de la Iglesia, siendo acompañado por una enorme y desordenada muchedumbre de hombres y mujeres que deseaban acercarse al féretro para tocar los restos del venerado Padre. Finalmente, el ataúd con los restos mortales quedó depositado en la cripta, bajo el altar mayor, en un rincón «estrecho y húmedo».